

Una historia de niños
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Una historia de niños
Su nacimiento había sido guardado en secreto. La Torre Eiffel había dado a luz octillizos.
Cuando eran pequeños, con sus estructuras poco curtidas, se los había instalado en un jardín de recreo cerca de París. A los dos meses ya tenían una bella altura, que testimoniaba el vigor de su ascendencia.
La madre, muy atenta, los observaba de lejos. Las jóvenes Torres Eiflon –el término proviene de las pequeñas jirafas, aunque no sea muy lindo– se desarrollaban rápidamente y se proyectaban ya hacia futuros radiantes.
“Yo iré a Londres”, —decía una torre. “Yo iré a Berlín” —decía la otra. Continuando la carrera de su madre, se imaginaban en una gran capital. A esta edad, el sueño tiene ya el gusto de las realidades y todavía no se ha alejado de las pequeñas


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