 
                     
                    La rana
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La rana
La rana
Estoy enfurruñado: me han desenraizado de la tierra castellana. Cierto que estaba harto de estas camisetas trotskistas que intentaban regalarme los comunistas salamanquinos del Café. Quería yo bailar en la catedral, y no me oyìan los sacerdotes verdes y blancos y negros cuando les decìa, los domingos, que a Dios le adoraba mas que nada el baile, el grande baile universal; paréceme que se hubieran volado el viernes, rezando una y otra vez hasta que la tierra se deslice bajo sus pies de mármol y chocolate azul. ¡Ay! Veo los cigarrillos quebrarse en la Plaza… ¿Por qué brindamos? ¿por la obra maestra de las descubiertas? Habrás sentido la llamada cristiana todas las mañanas sofocantes y ennegrecidas por el tabaco sucio y salvador. ¿Y cuando volveré? Esta es la cuestión, la única que va
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